Son tantos los aromas, asociados a emociones que nos traen paz, que hoy deseo contarte acerca de ellos en ésta segunda parte, apreciado amigo y lector.
Continuando mi “excursión” por aquella cálida casa situada en un pueblecito del norte de España cuya ventana, de forma imaginaria, me ha parecido tan bonita que me ha invitado a entrar. En estos momentos sigo sentada en una silla de la cocina descansando un poco las piernas, y de paso contemplando cada detalle. La pared está pintada desde el suelo hasta la mitad en un color ocre satinado, y en la otra mitad en un ocre mate más claro. Entre un color y el otro, hay una madera que sobresale y que está pintada en un color azul Bilbao, o sea, una especie de azul de tono intermedio con mucha vida. Dos de las paredes, la que apoya la cocina de carbón, y la que se encuentran los chorizos colgados, están cubiertas completamente por un azulejos cuadrados puesto como imitando a un rombo, intercalados en color ocre y azulón, formando juego con la parte inferior de la pared y el saliente de la mitad de la pared. Todo ello armoniza también con el suelo, que al ser de madera forma una combinación verdaderamente cálida y luminosa. El silencio, roto únicamente por el sonido del guiso en el fuego, y el de los pájaros que pían fuera es tan relajante, que poco a poco voy percibiendo que una paz especial se ha apoderado de mí. “No tiene nada, pero lo tiene todo”, pienso.
Después de pasar los minutos contemplando y sin pensar nada en especial, me decido a visitar las demás habitaciones. Mientras voy por el pasillo, con ese olor a humedad y a rancio tan característico de una casa con cierta solera del norte de España después de pasado el Invierno, oigo el suave crujido de la tarima al paso de mis pisadas. Por ello, me decido a andar más suavemente con la intención de hacerla sonar menos, pero vanamente lo consigo, pues ¡para ello tendría que ser un angel! (cosa que por mucho que lo intente, creo que difícilmente llegaré a ser). Por ello, me he decidido a entrar en la primera habitación que me he encontrado, que tiene una puerta de las de antes, de madera maciza teñida en marrón oscuro formando vetas con un picaporte grande de latón labrado. Nada más entrar, percibo claramente que es un dormitorio de matrimonio, con su cama de 2 metros aproximadamente de ancho, y sus mesillas de nogal, decoradas con florecitas formando una talla en los extremos, haciendo juego también con la cama, cuyo cabecero, perfectamente conservado, tiene también las mismas florecitas en el centro y en los lados, al igual que el extremo de los pies de la cama.
En la pared, colgando con un marco dorado de talla, hay un cuadro o una lámina barnizada (no te podría precisar con exactitud), de una Virgen con un niño. Es una Virgen de esas en que el niño está bastante regordete y bien alimentado y tiene el pelo oscuro rizado, mientras mira con bondad infantil a quien le pinta el cuadro, al tiempo que su Madre le mira a él con una ternura de lo más maternal …
La cama es tan bonita, con su colcha blanca de flores bordadas, que ¿A quién no le apetecería tumbarse? Por ello, para no ensuciarla, me he decidido a quitarme los zapatos y colocarme sobre ella. La primera sorpresa me la llevo cuando de repente, llega a mi nariz un intenso olor a Lavanda. Y es que, desde siempre, se ha usado la Lavanda como repelente de insectos en la ropa de cama. Debido a la humedad del ambiente no ha perdido la intensidad, por ello siento cómo me invita a seguir disfrutando de su olor… Poco a poco, por su efecto relajante, se van cerrando mis párpados, y sin darme cuenta, me he quedado dormida …
El sonido de las hojas de los árboles que han vuelto a salir en la Primavera movidas por el viento me ha despertado. Ha debido de pasar cerca de media hora. Ya no oigo el sonido del puchero puesto en el fuego; es evidente que alguien lo ha debido de retirar. Lo bonito de las cocinas antiguas de carbón, es que servían también de calefacción y de agua caliente para el resto de la casa. Qué lentas y costosas eran de encender, pero qué prácticas eran sobre todo en las zonas de campo, ya que no dependen del suministro de luz, o a la revisión de la instalación del gas, ¿verdad? Tengo entendido que todavía se usan en zonas expuestas a ser aisladas por la nieve, ya que, da igual que te quedes aislado, mientras tengas una buena reserva de carbón … ¡No hay problema de que te quedes helado o sin poder cocinar!
Espero de corazón, te haya hecho pasar un bonito rato lo que aquí te cuento en relación a los aromas que traen paz. El próximo día, deseo seguirte contando más. Si te ha gustado, te animo a compartirlo con tus amigos a través de las Redes Sociales. ¿Deseas hacerme algún comentario o consulta? ¡Seguro te respondo! Si te gustaría recibir las entradas directas en el correo electrónico, te he puesto un apartado a la derecha para suscribirte. ¡Un abrazo y hasta la semana que viene!
¿Deseas conocer para quién colaboro? Pulsa aquí
loli González says
Lo dices con tanto sentimiento que llegas muy adentro
Vega Del Fresno says
¡Gracias, Loli! Espero te sigan gustando los siguientes. ¡Un gran saludo!
Másqueflores says
Los pequeños detalles son los que hacen la mayor felicidad